sábado, 11 de junio de 2011

Los crinunm que no vi florecer


Nunca había visto unas plantas como estas. Me encontré con ellas por primera vez en La Siberia de Ojós, un paraje de difícil acceso en el que algunos valientes emprendedores habían conseguido cultivar naranjos, limoneros, higueras, palmeras y frutales de hueso, elevando el agua, con una tecnología muy rudimentaria, hasta unas cotas cuyo acceso a pie resulta bastante penoso para piernas poco entrenadas. Estaban junto a uno de esos impresionantes muros de aterrazamiento "clavados" por los lugares más inimaginables de la margen izquierda del Segura, a su paso por Ojós, y que ahora se desmoronan, irremediablemente, huérfanos de las manos y brazos que los hicieron crecer. En los aledaños en los que se encontraban, como suele ser habitual en estas pequeñas parcelas de cultivo, además de con los anteriores, convivían con algún rosal, crasas, suculentas, un extraño aloe y un numeroso grupo de hippeastrum johnsonii. 

Desde hace unos cinco años, la tranquila existencia de toda aquella flora comenzó a verse alterada por el progresivo abandono de los cultivos, como consecuencia de su inviabilidad económica como explotación empresarial. Actualmente, por aquellos brazales y "regaeras" que con tanto mimo acondicionaron aquellos esforzados hombres y mujeres, de los que ya nadie se acuerda, ha dejado de correr el agua y los más necesitados de ella   no han podido sobrevivir. 

Poco a poco, ante la amenaza que se cernía sobre ellos, recuperé todos los hippeastrum, aproximadamente unos docena, que acondicionados en macetas se han multiplicado abundantemente. De un rosal, que daba unas rosas rojas de un color rojo oscuro, conseguí sacar adelante dos esquejes perfectamente adaptados en macetas. El aloe, las crasas y las suculentas creí que podrían sobrevivir con el agua de lluvia. Pero los magníficos crinum, que así supe después que se llamaban, no daban muchas "facilidades" para salvarlos. Aquellos bulbos eran enormes. Jamás había visto algo parecido. Sus raíces se hundían profundamente en la tierra y resultaba dificultoso extraerlos. Parecía como si se resistieran a abandonar aquel lugar. Por fin conseguí sacar un ejemplar de los de mayor tamaño que, acondicionado en una maceta, consiguió mantener las pocas raíces que soportaron la operación y aumentarlas. Sin embargo, sólo echaba unas pequeñas hojas y, enseguida, comprobé que aquel no era el lugar más adecuado para su desarrollo. Cuando tuve la oportunidad  de encontrar a una persona que le pudiera dar cobijo, me desprendí de él. Afortunadamente, al sacarlo de la maceta comprobé que todo eran raíces. 

Meses después, volví a intentar recuperar el resto de crinum, pero el transcurso del tiempo no les había dado facilidades para sobrevivir. Unos eran irrecuperables y otros habían perdido bastante volumen. No obstante, conseguí recuperar tres. Sin embargo, no tuvieron la fortuna del primero y no los pude sacar adelante.

Hoy, en aquel lugar únicamente sobreviven las plantas autóctonas y las que se han conseguido adaptar a la falta de agua de riego. Los que lean estas líneas, con toda seguridad, me agradecerán que no describa con detenimiento el estado actual de aquel lugar.






No es Ella, es Leny.



2 comentarios:

  1. Mientras haya gente como tú que intentas recuperar los bienes naturales que los intereses económicos se cargan, habrá alguien a quien agradecer.
    Gracias por hacer estas cosas!!
    Un saludo

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  2. Kumquat, es tremendo ver como desaparece algo realizado con el esfuerzo de generaciones.

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